Los béredor fueron poderosos en su día, pero ni siquiera ellos estaban ajenos a sentir miedo. Los dinosaurios de Máloba derrocaron al Imperio de Vúndar y los supervivientes huyeron hacia el Oeste para ponerse a salvo. Sin embargo, los conjuradores que escaparon guardaron en sus corazones un amargo deseo de venganza. Ese sentimiento fue la inspiración de una creación que hasta día de hoy siembra un terror idéntico o superior a las bestias que propiciaron su aparición.

Los licántropos, hombres lobo, rákahgos o lobos de béredor son personas contagiadas por el virus de Rakahg. Cuando llegaron a Ercleón, los brujos beredóricos se inspiraron en los lobos parlantes para crear una sustancia capaz de dotar a sus guerreros del olfato, agilidad y coordinación de este animal para que se combinase con la destreza marcial de los guerreros de este pueblo… Las pruebas fueron incontables y los engendros fruto de estos experimentos resultaron imposibles de describir debido al terror que causaban en los cronistas. Lo cierto es que el resultado de todo este esfuerzo dio lugar a un auténtico monstruo al que hasta los cazadores de bestias más curtidos temen y evitan.

Los primeros licántropos nacieron bajo el poder de la luna y con la influencia de Mágera, la divina que representa a la misma. Se escogió a siete guerreros de la élite béredor como primeros portadores del virus rakahg. Cuando tomaron la pócima y la luz lunar tocó sus pieles, los soldados séleta se convirtieron en lobos humanoides que contaban tanto con las habilidades del lobo como con las propias de un hijo de Úrdun. Estos seres eran rápidos, ágiles e invulnerables a los daños físicos de casi cualquier arma. También tenían una fuerza física considerable, pero su mayor peligro era su capacidad de cooperar en equipo.

Los siete primeros rákahgos sirvieron en misiones especiales para el tagio béredor causando estragos entre los enemigos del Imperio Séleta. Por desgracia, su forma de actuar tardó poco en mostrarse demasiado sanguinaria y brutal para el gusto de su señor. Cuando uno de ellos devoró son miramientos a un súbdito del tagio, este exigió a los siete que compareciesen ante él. Los lobos se negaron y se pusieron a la fuga ocultándose en lo más profundo de los bosques de Ercleón. Los rumores tardaron poco en correr y las leyendas e historias de lobos salvajes que no respetaban la Sagrada Ley se extendieron por todo el Oeste.

En la actualidad, los licántropos se han vuelto numerosos y son un peligro al que los hechiceros iali se enfrentan con frecuencia. La luna llena, la misma que atestiguó su nacimiento les da poder y fuerza, aunque los rakahg no la necesitan para transformarse. Si un infectado con el virus está bien alimentado y goza de buena salud, podrá transformarse en lobo tan pronto lo desee. Como bestias, los licántropos tienen pelajes que imitan el de lobos ordinarios, desarrollan el olfato hasta niveles extremos e incluso obtienen una especie de capacidad telepática para comunicarse con los miembros de su línea de sangre. Estos son todos los rakahg que fueron convertidos en lobos por el mismo infectado. Un licántropo puede propagar su condición mediante mordeduras y arañazos. Cuando lo hacen, la víctima quedará infectada en cuanto la luz de la luna llena le toque. Si se trata de la forma correcta antes de que esto suceda, podrá evitar sucumbir al virus. Pero, si se diera el caso de que la infección llegase a todo el cuerpo, la persona adquiriría la capacidad de convertirse en bestia lupina siempre que se lo proponga. Transformado en lobos, los rakahg cuentan con total control de sus acciones, el problema está en que su mente se vuelve de lobo, de animal salvaje. Esto hace que sea complicado resistir el hambre o la sed. Se cree que el incidente con uno de los primeros siete se debió a que se dejó llevar por sus anhelos más sanguinarios por el fervor del combate. Esta tendencia a sucumbir a sus instintos es lo que los ha llevado a ser vistos como seres peligrosos a los que es mejor encarcelar y defenestrar. Los béredor les persiguieron con ayuda de los señores vampiro y adiestraron a ciertos sensibles a la Danaria para que les persiguieran y diesen caza mediante armas de plata y el metal nerio.

Dado que los primeros siete contagiaron a muchas personas que ni siquiera sabían quiénes eran aquellas bestias, los licántropos aparecieron en diversos puntos del sureste de Ercleón. La inquietud y el miedo se propagaron por todas partes de la meseta de Ércela y los infectados que se dejaron fueron expulsados o encerrados en sus respectivas poblaciones. Otros tantos huyeron y, atraídos por el vínculo con sus hermanos de manada, encontraron a los primeros siete rakahg. Estos habían creado una manada que acometió las primeras atrocidades por los que serían conocidos en tiempos posteriores.

A lo largo de la historia, los rakahg han llevado a cabo todo tipo de atrocidades y han tenido participación activa en muchas guerras de Ercleón. Una de sus contribuciones más señaladas fue en la Guerra del Cenebro, en la que la mayoría se pusieron de parte del temible Ar Rabatah.

En la actualidad, los licántropos viven recluidos en cadenas montañosas y bosques profundos de los que salen tan solo de vez en cuando para cazar, más por entretenimiento que por necesidad. Casi todos los que hacen esto tienen un alto precio puesto a sus cabezas, pero incluso los más intrépidos cazarrecompensas se lo piensan más de una vez antes de ponerse en busca de uno de ellos. Los hechiceros iali son los que se enfrentan a ellos con mayor frecuencia y estos deben dar la talla para no perecer a manos de estos formidables y voraces adversarios.

Si alguna vez os adentráis lo suficiente en Ercleón, en sus más alejados montes o sus bosques más recónditos la única advertencia que puedo daros es que tengáis sumo cuidado. Las posibilidades de sobrevivir a un encuentro con uno de ellos son muy remotas…


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