El bestiario de Ercleón está lleno de criaturas extrañas e inquietantes. Sin embargo, hay una que destaca mucho, tanto por su apariencia como sus poderes. Aunque en Ercleón existan animales parlantes, los firalos, gatunos, gatos erguidos, discretos o humanos gato, causan sorpresa y desconcierto a todos aquellos que los ven por primera vez. No por nada, muchos de ellos han surcado las Tierras Netas para salir airosos del intento.
Los fíralos proceden del Este. Fue una de las diversas especies que huyó hacia Ercleón a cuasa de la expansión del poderoso Imperio de Vúndar. Desde que llegaron al Oeste, se le ha considerado extraños, pues son unos felinos antropomórficos cubiertos de un espeso pelaje con una conducta y actitud idénticos a la de los gatos. Muchos estudiosos creen que los fíralos son una variante de los gatos parlantes ordinarios, solo que con la anatomía propia de un individuo bípedo. Esto abrió un debate acerca de si algunas especies de bestias parlantes han podido evolucionar a versiones capaces de caminar erguidos. Para muchos, los fíralos, junto a los dabarios o los draconidos son la prueba fehaciente de estas teorías.
Cierto o falso, los fíralos son criaturas reservadas, cautas, discretas y muy astutas. Con una esperanza de vida de unos sesenta años, los discretos son seres capaces de pasar inadvertidos en cualquier entorno y, de alguna manera, parecen tener la habilidad de detectar amenazas ocultas u objetos que no son visibles a la mayoría de personas. Sus zarpas son armas naturales y su constitución su armadura, ya que son seres tan rápidos que, en el combate, resultan adversarios letales y pocos son lo bastante rápidos como para alcanzarlos.
Durante un buen tiempo, fueron nómadas que erraron por regiones como Ércela o Lágoros, convirtiéndose en súbditos de los pequeños reinos que ocupaban ese territorio. Cuando el Imperio séleta apareció en el Oeste, muchos de ellos volvieron a ser sometidos por los béredor pero otros tuvieron la oportunidad de escapar una vez más. De este segundo grupo, unos huyeron dirección sur, otros se escondieron en las profundidades de las junglas de Lagoros y otros acudieron a los ebénicos, con quienes se aliaron y junto a quienes lucharon durante la Mará Nalat.
Después de la caída de los beredor séleta y con la Fundación del Imperio ebénico, los fíralos pasaron a ser súbditos del emperador de las treinta y tres provincias. Unos cuantos regresaron a Ércela y otros tantos continuaron como mercaderes o espías herrantes. Son estos últimos los que acometen la hazaña de atravesar las Tierras Netas en sus viajes sin sufrir daño alguno. Muchos especulan acerca de como esto es posible: los hay que creen que conocen rutas secretas que ni siquiera los viajeros de los planos dimensionales más peligrosos son capaces de desvelar. Sua cual sea su método, los fíralos nómadas evitan a los dinosaurios, las manadas de orcos y a los hechiceros corruptos que campan a sus anchas por las regiones donde no existen barreras mágicas.
Esta es la principal causa de que la incertidumbre y los rumores sean lo que conforma la reputación de los humano gato. Los fíralos saben evitar los alimentos venenosos, son cazadores de una destreza sin igual y poseen tal discrección que es difícil pillarles desprevenidos. Son de los pocas raza no animales parlantes que se acojen a la Sagrada Ley de todas las bestias y consumen y comercian con la pesca. Con esta práctica logran sostenerse y comercian con razas como los trolls, los ogros, los iáropes o los orcos.
Todo lo anterior es lo concerniente a los nómadas. Los que residen en las ciudades imperiales no intercambian dinero por pescado, sino por sus habilidades innatas en el sigilo y la infiltración. Es decir, son los espías más cotizados de todo el Oeste.
Todos aquellos a los que les es posible, se unen a la Cofrafía de los Susurros. Una vez en ella, estos felinos demuestran ser de los mejores efectivos para la misma.
Si los faunos son demandados por su arte, los enanos por su mano con las finazas y los cílopes con su capacidad para diseñar sofisticados artefactos, los fíralos cobran cantidades cuantiosas por desvelar la información que se les encargue desentrañar… Su eficacia es tal que muchos han creado una repulsión casi automática por ellos, ya que han sido varios los casos en que los detectives fíralos han desvelado una infidelidad marital, un escándalo de corrupción o secretos que tenian que permanecer ocultos por el bien tanto de los mortales como el de los divinos.
Es muy famosa la ocasión en la que el legendario Mika Álgik, un cofrade de la Levar, se enteró de los amoríos que la divina Geda mantenía con un simple granjero de Lagoros.
Por cosas así, resulta fácil entender porque muchos prefieren evitar tratos con ellos, ya que, en más de una ocasión, los humanos gato han usado en su beneficio la información que han conseguido a partir de simples conversaciones o con el mero acto de sentarse en un banco o posarse en una rama.
Sumado a razones más justifcadas, existe un prejuicio supersticioso que relaciona a los fíralos con las artes oscuras, los augurios adversos y la mala suerte en general. Lo cierto es que, muchas comunas y colonias fíralas aprovechan estos prejuicios para que los extraños permanezcan alejados de ellos y, así, evitar problemas.
Otra ventaja con la que cuentan es su forma de pelear. Al contar con garras y colmillos, los fíralos crearon diversas artes marciales adaptadas a su fisionomía y que varias razas similares a ellas han tratado de aprender. Algunas de estas son el sásker, que se centra en ataques ligeros y rápidos diseñados para provocar cortes y desangrar a los enemigos. Entre los humanos gato más grandes y menos agiles, se usa el Télik, un estilo de combate caracterizado por infringir golpes letales a los adversarios con todo el peso de sus garras. Gracias a esto, aquellos que combaten contra un gatuno resultan muy vulnerables si carecen de la defensa adecuada. Al mismo tiempo, portar una armadura demasiado pesada puede resultar igual de contraproducente, dado que los humanos gato son capaces de asestar ataques con una enorme rapidez a zonas concretas del cuerpo, allá donde ninguna protección resulta útil.
La última información a destacar acerca de los fíralos es que existen un sinnúmero de variantes a lo largo y ancho de Ercleón.
El que habita mayoritariamente en estas tierras es el fíralo común. Está tan extendido por el Oeste que muchos creen que las demás variantes son subrazas, aunque, en realidad, cada tipo de fíralo es una especie distinta, al igual que los felinos corrientes. Los leónidos, son los gatunos que se asemejan más a los leones; de cuerpos musculosos y fornidos y con melenas doradas que les cubren las cabezas. Los tígrados son el equivalente a los tigres, todavía más enormes y fuertes que los leónidos. Los gárpidos, los guepardos fíralos, son más pequeños y ágiles, muy frecuentes en las tierras del sur de Heledia. Los pantéridos son la versión fírala de los leopardos y los ocelotes. Se cree que existe una variante de humano gato por cada felino existente en el planeta Nú. El más sobrerepresenrado de todos, el fíralo común, es como un gato normal y corriente, de pelaje gris, negro, pardo, canela o pelirrojo. Ni muy delgado, ni muy vasto, con una estatura en torno al metro y medio y muchos hábitos propios de los gatos comunes. De hecho, es frecuente que en las colonias de fíralos haya gatos cuadrúpedos con los que conviven en el día a día y que, también, sirven como informantes a los fíralos que trabajan como detectives.
Una especie singular, sin duda alguna: que comercien con la privacidad de otros, que su naturaleza sea tan semejante a la de unos animales como los gatos y que vagabundeen por las Tierras Netas les convierte en seres misteriosos de los que, en el mejor de los casos, se espera lo peor. Al final, esas sospechas, y no otra cosa, es lo que hace a los fíralos tan fuertes como lo pueden ser los orcos, los elfos o los ebénicos. Muchos temen y desconfian de una gente que se fortalece entre las sombras y los secretos…