Hay todo tipo de criaturas poblando la región de Ercleón, el continente de Térega y el planeta Nú. A todas se las puede atribuir cierta naturaleza que las hace muy fáciles de reconocer: Los elfos son longevos y sabios, los medianos hogareños y afables, los trasgos tramposos y astutos, los dragones místicos y poderosos… Hay una especie para todo. Si hay que citar una relacionada con lo grotesco, lo bizarro y la falta de higiene, la mejor opción son los ogros.

Los múgoros, gentes del pantano o semejantes a Serec son seres altos, de brazos largos, piernas cortas y cabezas un tanto desproporcionadas. Su piel es de color verdosa, aunque lo suelen ocultar con capas de lodo que tienen por encima de la piel tras aplicarse baños de barro diarios …

Hablan con voces potentes y graves, suelen estar acompañados de un hedor que no se despega de ellos y, aunque varia según la especie, pueden llegar a vivir un siglo entero.

Tal vez os estaréis preguntando si de verdad esta especie destaca en todo lo anterior. He aquí diversas pruebas de ello: gran parte del tiempo la pasan entre comidas copiosas propias de su gastronomía, charlas bravuconas, risas propias de borrachos, competiciones absurdas de taberna y tareas de lo más cuestionables… Mientras estén metidos en esa dinámica todo es juerga y diversión para ellos. Pero, si hay algo fácil en esta vida, eso es irritar a un ogro.

Son propensos a los gruñidos y los ataques de ira. La mayoría son malcarados, insolentes y burdos. Así que, estimado lector, si os tropezáis en su camino, procurad no hacerles enfadar.

Más allá de eso, su compañía es, es… Bueno, no resultan antipáticos de primeras, pero si no os importa consumir una gastronomía, convivir con sus malos modales y largas competiciones por ver quien es capaz de eructar por más tiempo y con mayor estruendo, supongo que os lo podréis pasar bien.

Desde la conquista imperial de su tierra natal, Mugoria, a las gentes del pantano se les han otorgado labores que la mayoría preferiría no realizar. Muchos trabajan en la construcción debido a su gran fuerza y resistencia, otros se convierten en guardaespaldas de aristócratas de bajo rango o señores de la mafia que controlan los barrios más humildes. En algunos casos, se han probado en las arenas de gladiadores, aunque no han destacado tanto en ese ámbito como otras razas más acostumbradas a ese mundo. Digamos que son mejores como rufianes que como luchadores. La profesión que suelen desempeñar con mayor frecuencia allende las fronteras del Imperio ebénico es la de mercenarios, cazarrecompensas o incluso recaderos. Los ogros han probado ser más que eficaces en estas profesiones. De hecho, la leyenda de su origen habla de un ogro que se casó con una princesa tras rescatarla de una fortaleza. En ese caso, la labor inicial de aquel individuo era entregar a dicha dama a otro monarca, ya que solo era un encargo como contrabandista.

Fuera del Imperio, los machos tienen un modo de vida solitario en su mayoría. Cuando se emparejan, este vínculo puede durar toda una vida o ser un simple encuentro para tener descendía. Lo segundo es lo más típico, así que muchos niños del pantano crecen sin conocer la autoridad propia de un padre ni tampoco el cariño de una madre, puesto que las ogresas son tan brutas y desgarbadas como los hombres en muchos casos. Las hembras a veces conviven en comunas en las que se crean matriarcados de una jerarquía muy marcada. Estas se ocupan de transmitir la cultura de su especie a los más jóvenes o sirven como consejeras chamánicas cuando los múgoros tienen inquietud por tomar una decisión correcta.
Por desgracia, casi todos ellos mueren de una manera violenta, por lo que los ogros ancianos escasean. Esto ocurre incluso dentro de las provincias imperiales, donde muchos tienen un encontronazo con la muerte a causa de meterse en peleas callejeras o ser cómplices en los asuntos relacionados con facciones criminales o peligrosas…

Los ogros proceden del Este. Hubo un tiempo en que vivían en una suerte de reinos repartidos por la región de Mugoria que guerreaban cada dos por tres. Desde siempre han resultado ser enemigos acérrimos de los iáropes. Las guerras entre los feudos de los jauros y los de los ogros han sido una constante a lo largo de la Historia. También llegaron a combatir al mismísimo Imperio ebénico obligando a las legiones a emplearse a fondo. Parte de su región natal, Mugoria, es ahora una de las treinta y tres provincias imperiales. Regir esta gobernación es un dudoso honor para el almirtir al que le es confiada esta compleja tarea ya que los semejantes a Seres no son los ciudadanos del Imperio más apacibles ni tampoco los más civilizados… 

Mugoria es una comarca pantanosa, llena de fango, ciénagas y salpicada por un clima lluvioso la mayor parte del año. La tierra es poco fértil y abundan criaturas no muy amistosas como algunos dinosaurios, paquidermos salvajes o dragones de pantano. Tan solo los ogros son lo bastante duros como para encarar a esas amenazas y eso permite que puedan asentarse en la región hasta el punto de crear poblados y ciudades.

Cuando se observa con atención su vida privada, uno se da cuenta de que gozan con cosas sencillas; bañarse en el lodo, competir entre ellos en juegos inocentes, comer su particular gastronomía… Pero lo que más disfrutan en este mundo es estar los unos con los otros. Aunque en este escrito se ha mencionado que viven de forma solitaria, cuando se reúnen, los ogros se comportan como toda una hermandad.

Algo cierto es que la gente los tilda de bobos, torpes y brutos descerebrados, por lo que muchos están mejor solos, sin ser juzgados por nadie de manera precipitada.
A pesar de que es cierto que cenar con ellos o usar la letrina de sus hogares sería una apuesta temeraria, en realidad son como cualquier otra gente: cuando se les trata con dignidad y un poco de carácter, se puede pasar un buen rato y dejar que los problemas y los asuntos más serios se disipen junto a una buena compañía.

A veces, queremos cosas como la belleza, el intelecto o el poder y lo buscamos en quienes nos rodean, pero, tal vez, haya otras cualidades como ser sinceros a nuestra esencia, que nos conduzcan a la realización personal. Los ogros son fieles a la misma y están a gusto con ello. De ser así, muchos que se creen sabios podrían aprender  bastante de estos grandullones feos y tontorrones.


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