Imaginaos lo que más os aterra. Quedaos en silencio y hacedlo visible en vuestra mente. Solo vos sabéis qué es lo que estáis viendo, pero vuestro sentimiento es más que reconocible para cualquiera. Sí. El terror se parece a un montón de gusanos retorciéndose en el interior de vuestro pecho mientras lo devoran. Es algo repugnante.

Pues ese espanto es lo que los orcos, órone o descendencia de Ora inspiran a muchos pueblos de Ercleón. Se trata de una de las razas más temibles y peligrosas que existe, sino la más peligrosa de todas. No tanto por su destreza en el combate o su poder, sino porque provocan en los demás todos los sentimientos descritos con anterioridad . Allá donde se extiende un camino por Ercleón, puede surgir un acechador orco para arrebataros todo cuanto poséis, incluida vuestra vida…

Los orcos fueron colonos de las praderas berénicas acostumbrados a vagar según cambiaban las épocas del año. Cuando la gente de Gera apareció y empenzó a invadir Ercleón, los precursores de esta especie tuvieron que refugiarse en montañas, selvas profundas o lugares recónditos y baldíos. Esto endureció su carácter y modificó su cultura a la de unos seres belicosos e irreductibles. Cuando acabó la Guerra de los caminos y las demás razas se asentaron, los órone regresaron a sus regiones natales. El problema fue que pocos estuvieron dispuestos a dar la bienvenida a un pueblo tan violento que, en principio, había dedaparecido y bien podían ser meros barbaros. Los orcos fueron expulsados de los lugares que fueron sus hogares y aquello fue el evento que provocó su conversión a los seres que conocemos hoy en día; vándalos, ladrones y gentes peligrosas…

Se sabe que los orcos son meldusianos ya que son similares a elfos, humanos y especies creadas por este divino. Sus pieles son algo más gruesas y curtidas que las de los humanos. De hecho, tanto los propios orcos como el resto de especies los diferencian por el color de sus pieles. Más allá de ser un estigma racial, los órone sienten un profundo respeto los unos de los otros siempre y cuando demuestren coraje y sean fieles seguidores de la tradición marcada por  Ora. Sin contar a mestizos, como los osgos, los orcos se dividen entre pieles pardas, pieles sombra, pieles verdes y pieles bronce. De estas etnias, los pardos suelen habitar montañas y tienen más fuerza y resistencia que sus demás congéneres. Los pieles sombra son habitantes de desiertos y terrenos inhóspitos poseyendo una enorme resistencia al sol, la falta de agua, la fatiga e incluso enfermedades y venenos. Los pieles verdes habitan cuevas y guaridas, estando más cerca de los trasgos que el resto. Hay quienes creen que los trasgos son el resultado del mestizaje entre elfos y orcos pieles verdes, lo cual, no es una teoría descabellada. Por último, están los pieles bronce, más salvajes e indómitos que el resto. Acostumbran a viajar en solitario por el mundo y, de todos, son los que están más abiertos a mezclarse con otras culturas y especies siempre que puedan sacar provecho de ello.
Los rasgos comunes de estas criaturas son caninos más afilados de lo normal, ojos oscuros, púrpuras o grises brillantes. Tienen una esperanza de vida de unos setenta años y una considerable resistencia a enfermedades víricas o envenenamientos. En todos los casos demuestran tener una gran fuerza y un marcado carácter condicionado por la búsqueda de honor y gloria…

Mas allá de las etnias, las cuales, se han mezclado varias veces entre ellas, los orcos se agrupan en manadas o arnas. Se trata de un grupo de cincuenta a cien miembros, cifra que suele ser rebasada con facilidad. La gran característica de estas agrupaciones es que se componem por jinetes que tienen una gran afinidad con las bestias a las que montan. Las manadas se cuentan por millares a lo largo y ancho de Ercleón pero solo se dividen en siete tipos distintos en función del animal que predomine como montura. Las siete tipos de arnas orcas son usaash, vot-khorr, tr’ nak, andra-nún, komr’n, vúlyah y morek.

Las manadas usaash cabalgan siempre en los dúnguroi o perros gigantes de Berena, son los más comunes de todo Ercleon y están especialmente asentados en las selvas del Mirátego. Lo más común es que se trate de pieles verdes o pieles pardas. Son la amenaza más común para naciones como el Imperio ebénico, la provincia de Debiria o el Reino de Véudra.

Los orcos vot-khorrse componen casi por entero de pieles sombra y han medrado en la pequeña y hostil región de Fér. Ahí, han trabado alianza con los lagartos ferenos, unos enormes reptiles a los que es mejor no enfrentarse. El problema es que las manadas nómadas de Fér rara vez dejan elección a quienes caen en sus garras.

Los orcos tr’nak viven al norte, cerca de Meledia y sus fieles monturas son los leones meleditas, felinos tan hermosos como inmisericordes si es que deciden convertiros en su presa. Estas manadas son más difíciles de ver y están compuestos sobretodo por pieles pardas o pieles bronce. En cualquier caso, causan muchos problemas al Imperio gris, la frontera norteña de las treinta y tres provincias.

Las manadas andra-nún montan sobre los felinos migénitas, bestias más burdas que los leones del norte, pero el doble de grandes, voraces y peligrosos. Esta variante es famosa por sus incursiones en ríos, siendo artífices de sabotajes en los convoyes mercantes que se desplazan por vías fluviales. Sus asaltos han llegado a provocar serios asuntos a muchas ciudades que optan por el abastecimiento fluvial o que no pueden recurrir al uso de cargueros élopas para recibir suministros. Sus ataques han sido tan graves que muchos gobernadores imperiales han recurrido a mercenarios o incluso corsarios de mar y aire para defender estas rutas.

Los orcos de komr’n viven sobre todo en la famosa región de Ércela, antigua sede la raza beredórica. Se distinguen de las demás porque suelen ser manadas muy grandes, menos hostiles y más próximas al concepto de civilización. En su mayoría son orcos pieles verdes. De los komr’n se sabe que han llegado a construir pequeñas aldeas y asentamientos y no se muestran demasiado propensos a los ataques sin provocación. Incluso reciben visitantes siempre y cuando los motivos de la visita convenzan a los propios orcos. Sus principales monturas son rinocerontes nóldemar, unas bestias enormes y corpulentas presentes en varias partes de Ercleón. Tampoco es extraño verlos en compañía de elefantes, hipopotamos o mamuts de las dunas o incluso trilophodones.

Los orcos vulyah son diferentes a más no poder. Casi todos son pieles verdes y han sido, ante todo, un quebradero de cabeza para las provincias del Sindrato.Ellos
anidan en las montañas y los altos riscos del Este. Sus aliados bestiales y monturas son los murciélagos mirtóricos. Siempre que pueden acechan a las caravanas del Consorcio logrando hacerse con sustanciosos botines de los que sacan un buen provecho. Se dice que los vulyah tienen nociones de mercadeo, pues las joyas robadas reaparecen en manos de compradores de estraperlo y, gracias a ello, han logrado hacerse más sofisticados que ninguna otra manada teniendo el mejor equipo y recursos para actuar, entre ellos, algunos élopas y armas danariáticas que les hacen todavía más letales.

Por último, pero no menos terribles, están las manadas de morek, tan raras y escasas como peligrosas y mortíferas.
Lo más espeluznante de ellos es que no hay nada que contar que sea seguro. No porque no se quiera, sino porque nadie lo ha logrado…

Ni las cámaras danariáticas, ni los hechizos de clarividencia han logrado brindar alguna pista sobre ellos. Hay mucha especulación, pero muy poca certeza. Algunos sospechan que esta manada es capaz de desplazarse a planos dimensionales aunque esto no explica su forma de actuar. Cuando los morek atacan a un grupo, lo único que dejan de ellos son restos desvencijados de los transportes y los cadáveres de los viajeros. Lo más extraño es que nunca han robado una sola joya tras sus saqueos, por lo que se sospecha que sus actos se deben a la más abyecta ansia de sangre y muerte.

Estas son  las cuatro etnias y las siete manadas de los orcos. En general, se trata de seres renegados que luchan día con día por hallar su lugar en Ercleón. El ser despreciados y marginados por tantas gentes y pueblos, lejos de debilitarles, tan solo les ha hecho más poderosos. Ahora son una de las razas más combativas, indómitas e implacables que existen. El pavor que inspiran es tal que nadie en todo Ercleón es capaz de mantenerse firme cuando sus cánticos de batalla se escuchan en los momentos previos al estallido de la tormenta.

Con todo, los orcos de Ercleón no son meros salvajes. Por sorpresivo que pueda resultar, su cultura es más homogénea y está más establecida de lo que parece. Los orcos hablan una lengua común, el orés, la cual, tan solo varía de una región a otra en los acentos de los hablantes. Si las manadas están muy lejos la una de la otra, estas acaban por aprender las lenguas de la región en la que habiten, sin embargo,  todo descendiente de Ora aprende el idioma orés desde que adquiere la capacidad de aprender. En su tradición existe una literatura bastante rica que preservan por medio de cantares que se oyen antes, durante y después de sus ataques. Creen en diversos dioses, entre estos, los más famosos son Tarnakojh, Malgoh, Yela y Salkas, los jinetes de los cuatro destinos. Los orcos creen que estos seres divinos pueden ser encontrados en las profunidades de los antiguos santuarios orónicos. Otra creencia muy popular es que estos divinos aparecen en las batallas en las que los orcos necesiten de su socorro. Pese a que existen numerosas batallas registradas a lo largo de la historia en la que estas diviniades interviniero, esto no parece ser una regla fija ya que hay muchos asaltos de manadas orónicas que acaban en fracaso. En cualquier caso, en su cosmología, el fin de un descendiente de Ora es trascender. Al igual que los ebénicos, creen en la reencarnación. Muchos están convencidos de que portan en sus cuerpos las almas de sus antepasados por lo que, a lo largo de su paso por esta existencia, han de procurar, no solo recabar toda la gloria posible, sino multiplicarla e ir haciendo el legado de sus espíritus más y más grande.

Movidos por esa búsqueda, han llegado a acometer hazañas que parecen imposibles de creer, Aunque los orcos han tenido épocas mejores y peores, han existido algunos de ellos que han gozado de fama en todo Ercleón. Mikjako el jinete del perro negro, Turúmaya, el temor de gigantes y la más famosa de todas, Kógokla madre de la guerra… Estos personajes y otros tantos destruyeron ciudades enteras, desarmaron ejércitos y truncaron a potencias muy poderosas, no porque tuvieran un odio particular por ellos, sino porque podían hacerlo, así lo demandaba su extraño código ético y espiritual.

Así pues, los orcos terminan por generar sentimientos encontrados. Por un lado, su barbarie y malicia son innegables, por otro,  hay rasgos de su cultura que los hacen dignos de admiración. Al fin y al cabo, la descendencia de Ora cree que existe un gran propósito, sienten un profundo respeto por sus ancestros y están convencidos de que la vida consiste en retarse en todo momento para alcanzar nuestra mejor versión. Es lo que tienen los guerreros, pueden ser tan sanguinarios como inspiradores…


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