Los ebénicos son la raza hegemónica de Ercleón. Se los conoce también como los hijos de Gàralan, los colonos del Oeste o los caminantes. Después de huir de los imparables gera, comandar a todas las razas en la causa para derrotarlos y viajar de un extremo a otro el continente, los ebénicos han creado un legado de gloria y leyenda.  

La mayoría habitan bosques que tienen siglos. En ellos, han adecuado sus hogares en el corazón de la vida. Sus casas son los cadáveres de los médaras, árboles gigantescos en los que construyen sus residencias y ciudades. Incluso sus transportes mágicos, los élopas, son construidos con troncos de árboles fallecidos o fosilizados.

Su patria es el Imperio ebénico, la potencia más poderosa de todo Ercleón. Para ellos, la Naturaleza es crucial. La consideran una deidad de su panteón. Dentro del arte, plástica, literaria o musical, abundan las odas al ciclo vital. Las runas de su lengua fluyen igual que gotas de agua que se extienden como ramas y raíces por todos sus escritos.

Tienden a ser altos, con pieles broncíneas, cabellos castaños y ojos pardos o verdes. Por normal general, son ágiles, resistentes a las enfermedades y de intelecto preclaro. Estas ventajas tiñen su adulzado carácter con gotas de ácida soberbia y amargo temperamento. Estos rasgos han variado con la creciente globalización de Nú y, más aún, con el mestizaje entre razas.

A pesa de ese factor, todavía puede reconocerse a simple vista a una persona con sangre ebénica por su aguda sensibilidad a la naturaleza y su fuerte vínculo con los animales y el bosque.

Lo más excepcional de todo es su esperanza de vida. Con frecuencia, los ebénicos superan los 120 años de edad. Lo mejor es que envejecen con lentitud sin sufrir de senilidad o chochez. Son vulnerables a muy pocas enfermedades y, cuando contraen alguna, son capaces de recuperarse de ellas con rapidez.

En la época cándida del año, visten camisas, túnicas y togas de colores muy vivos. En la época frívola, cubren sus cuerpos con abrigos largos, grises y marrones. En la cultura ebénica, la identidad es algo fundamental y para manifestarla recurren a tatuajes; distintivas familiares, emblemas dinásticos, nombres, animales, frases de sus mentores y seres queridos… Suelen raparse el pelo u ordenárselo en trenzas. Se adornan con perforaciones, pendientes, colgantes y tiaras. Todo esto es tratado como una parte más del cuerpo. Es una especie de práctica espiritual relacionado con quienes buscan ser.

Siempre han sido buenos navegantes, en especial de los ríos. Una enorme parte del Imperio ebénico se extiende por la gran llanura y la circulación fluvial ha sido vital para su desarrollo.

Poseen una ciencia avanzada, un arte rico y heterogéneo además de numerosos sensibles a la magia entre sus ciudadanos. La religión ha sido siempre importante, aunque su práctica ha decaído o vuelto más laxa tras la mezcla con otras culturas. Lo que todavía ocupa un importante lugar en su cosmología es el animismo, el culto a los árboles y la adoración a la vida.

De entre todas las etnias, razas, especies y criaturas del mundo, ninguna se ha ganado más su amistad que los veduh. Sus manadas habitan en el Imperio y, bajo la protección del emperador, todos ellos pueden convivir dentro de las ciudades ebénicas y desempeñar labores que ayuden a crear sitios más prósperos y habitables.


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