Los ebénicos son el culmen de la especie humana en Ercleón en cuanto a vitalidad, cultura y filosofía… Sin embargo, esto no les convierte en los mejores en todo. Hay etnias más resistentes, otras son más aptas para la magia y otras han llevado hasta el límite su intelecto.

Las amazonas, dáraben, daraicas, seguidoras de Dera o mujeres de la sangre, son la rama de la especie humana más fuerte que hay, además de ser la civilización que más ha vinculado su modo de vida al combate y la marcialidad. Tal es su aplomo y espíritu combativo, que especies como los orcos, los enanos, los aremonianos e incluso los minotauros, temen cruzar sus armas contra estas guerreras indomables.

Bien por el riguroso entrenamiento al que se someten desde muy niñas bien por el paso de una generación tras otra bajo las duras condiciones marciales, la fuerza de las amazonas es equiprobable a la de un gran orco o un gigante insular. Las más fuertes de esta etnia han llegado a equipararse con la fortaleza de miriatanos.                                                                                              

Para que lleguéis a estimar cuan fuerte puede ser una de estas mujeres, durante la primera Guerra amazónica contra el Imperio ebénico, Ulsura de Dyox, fue capaz de combatir una pelea pugilística contra el Gran árbol Tarkoran y salió vencedora siendo capaz de romper los huesos del miriatano, cuya piel era igual de dura que la corteza de un roble.

Más allá de su fuerza, las amazonas inventaron diversas disciplinas marciales, por lo que casi todas ellas conocen formas muy sofisticadas de aplicar sus fuerzas en combate. En cuanto a agilidad y velocidad pueden situarse en el nivel de los ebénicos o los elfos, aunque es cierto que su mayor debilidad es la magia. Por alguna razón, pocas son las seguidoras de Dera sensibles a la Danaria y tampoco es que sean muy amigas de los rituales o los conjuros. Antes de ir a la guerra con élopas, prefieren recurrir a las bestias. Algo lógico, pues hay un sinnúmero de unicornios y pegasos en las trece islas.

Su escasez de sensibles y su poca práctica con la hechicera las hace muy vulnerables a encantamientos, maldiciones y males beredóricos a excepción de encantamientos que pretendan doblegar la mente y voluntad de la dárabe, en ese caso, demuestran una resistencia muy por encima de lo normal.

Por normal general, Las amazonas suelen ser altas y anchas de torso y hombros. Junto a un duro sistema de entrenamiento, su constitución hace que sea sencillo para ellas aumentar su masa muscular, por lo que, desde lejos, las mujeres de sangre son a veces confundidas con hombres. Poseen cabellos oscuros o castaños y miradas fieras que deltana la resiliencia de su espíritu. Desde que se dividieron en dos ramas, podéis encontrar etnias más variopintas. Las lasvenses, originarias del archipiélago de las trece islas, tenían pieles morenas y curtidas por el sol, eran más bajas, pero más fornidas. Cuando muchas de ellas se instalaron en el territorio héledo, aparecieron amazonas menos fornidas, aunque mas altas y de cabellos rubios. En la actualidad, pueden encontrarse un sinnúmero de rasgos en una dárabe, habiéndolas de pieles oscuras como la noche hasta pálidas como la nieve.                                                                                                                             

Al final, la mejor forma de reconocer a una mujer de sangre es por su actitud, más similar a la de un varón que a la de una mujer. Impulsivas, indómitas y hechas para la lucha, las amazonas saben imponer su voluntad, aunque la falta de diplomacia sea una de sus más grandes taras.       

                                               

Las malas lenguas afirman que hasta en la maternidad se muestran duras, en especial si su vástago es un varón. Los rumores más absurdos sostienen que devoran a los bebés si estos tienen la mala fortuna de nacer hombres, peor eso es una falacia furto de la escasa cultura. Lo cierto es que las dáraben siguen conectadas con la maternidad, solo que procuran reducir su número de hijos debido a que, para una guerrera, un niño es ante todo una carga. Lo cierto es que, a la hora de concebir y engendrar un hijo con los hombres que viven en sus islas, demuestran ser capaces de conectar con su maternidad como cualquier otra mujer.                                                                      

Lo que es también una verdad es que una amazona tiene muy claro que su servilismo más entregado para con la sociedad debe ser o como madre o como guerrera. Pocas han sido capaces de ser madres devotas y guerreras invencibles al mismo tiempo, aunque han existido casos de ambas cosas a lo largo de su historia.


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